SEÑOR JUEZ, NO ESTOY SEGURA QUE SEA LA ÚLTIMA VEZ QUE LO HAGA
domingo, 19 de mayo de 2013
viernes, 17 de mayo de 2013
Confesión
Esto lo escribí en la secundaria, no recuerdo bien el año, pero creo que era para un concurso. Hoy viendo archivos viejos con la excusa de no estudiar, lo encontré.
Durante varios años
se hablará del hecho que contaré a continuación, como los primeros momentos de
corrupción del gobierno en la Argentina. También de cómo yo, el presidente de
la primera junta Cornelio
Judas Tadeo Saavedra, mas conocido como Cornelio Saavedra, tenía una fuerte
rivalidad con Mariano Moreno y que esa fue la causa de su muerte. Hoy, sabiendo
próxima mi muerte y para que la gente no hable vanamente decidí contar los
hechos tales y como fueron sucediendo, pero no sin la justificación de porque
las hice.
Todo comenzó un día
en el que fui elegido para ejercer el cargo de presidente el 25 de mayo de
1810, aunque muchas veces me había opuesto no sólo por falta de
experiencia para desempeñarlo, sino también porque no quería se creyese que había
tenido interés en participar militarmente defendiendo la nación por el solo
hecho de adquirir empleos y honores. Sin embargo tanto insistieron para que
asuma, que termine accediendo a la petición.
Mariano Moreno
llegó al puesto de secretario de la primera junta gracias a su título de
abogado y a sus ideas, en mi opinión equívocas, ya que influenciado por
pensamientos de falsos intelectuales como Rosseau y autores como Juan de Solórzano y Pereyra y
Victorián de Villalba, defendía a gente totalmente insignificante como los
indígenas que trabajaban por el progreso del país en Potosí. Obviamente, los
sensatos responsables de ese lugar lograron que se retirase de inmediato. Otro
ejemplo de su insensatez era su apoyo a los sectores revolucionarios y su acuerdo
con las ideas de Manuel Belgrano.
Fue ese el motivo por el cual me
sorprendió (quizas tanto como a el) que, a los pocos meses de haber llegado a
Buenos Aires se lo eligiera para formar parte de la primera junta. Alli fue
donde comenzo nuestro enfrentamiento. Él, tenía las típicas ideas de alguien
joven, que carece de experiencia. Y por si fuera poco defendía las ideas
típicas de esa clase de personas, eran ideas totalmente radicales, que
pretendían cambiar por completo el gobierno, y proponía una sociedad ideal,
donde no hubieran engaños, mentiras y fuera igual el poder de un gobernante que
al de un simple campesino. Indiscutiblemente yo, un hombre maduro, sensato,
respetuoso, con toda la experiencia y sabiduría que la vida había sabido darme,
me oponía fervientemente a su “política ejemplar” , como el niño solía
llamarla. El pobre ingenuo no comprendía que habiendo un gobierno de este tipo,
personas como el y yo perderíamos poder, riquezas y clase, ya que seríamos
iguales a todos los demás, y no debía ser así, ya que éramos elegidos, personas
especiales, y nuestro deber era mantener la situación de esa manera.
Así
ocurrió que un día lo enfrente y le
conté sobre mi idea, y sobre como la suya estaba estorbándome, le advertí sobre
las consecuencias que esto podría traerle, ya que como dije antes, soy y en ese
momento era un hombre poderoso, que con mover solo un dedo podría desaparecerlo
al y a todos los que osen seguirlo. Como se esperaba el insolente Moreno, me
respondió diciendo: “Cornelio, entiendo que has sabido ganar enfrentamientos
militares, pero esta vez perderás, ya que el camino de la justicia y el bien
puede que sea más largo, pero termina siendo el que más frutos da. Yo sigo ese
camino. En cambio tu, no sé que pretendes con esta farsa que te has propuesto,
¿o acaso no sabes que todo esto se terminará descubriendo y tu perderás la
honra y honor que posees ahora?”. Y diciéndome esto se fue.
Luego de ese día
cada vez que nos encontrábamos, teníamos un enfrentamiento, aunque nunca llegó
a mas que una discusión, ya que, debo reconocer, los dos éramos (en ese
aspecto), seres civilizados. Pero él continuaba interfiriendo en mis planes
para mantener el poder, haciendo por ejemplo, su propio periódico, por el cual
informaba a todos sobre las decisiones que tomaba o no el gobierno, y dejando
expresa su opinión. Además, como si eso fuera poco también abrió una biblioteca
y ayudó a que la gente pudiera ser más culta, mas pensante. Esta decisión la
hubiese apoyado abiertamente, si no fuera porque esto no era de mi
conveniencia, y cuanto más saben las personas, menos se las pueden engañar
Llegó así un día en
el que yo, cansado que sus constantes intentos de sabotear mis intenciones,
decidí alejarlo. Aproveche que había perdido poder, luego de haberse
incorporado al cabildo varios diputados a mi favor, y que había renunciado.
Entonces procedí dándole el puesto de representante de la junta ante Rió de
Janeiro y Londres, y le otorgué la misión de ir a este último lugar para
conseguir armamento. En realidad lo que pretendía era que se quedara alli para
siempre y que no vuelva a interferir en mis asuntos.
Todo
marchaba como yo lo había planeado, pero antes de irse, me injurió de tal
manera, con palabras tan hirientes que en ese mismo instante resolví matarlo,
me cegó la ira, el individuo me había lastimado diciéndome injusto, mal
servidor, egoísta, y muchos insultos mas que no mencionare en este momento,
pero también blasfemo contra mi esposa, y eso no se lo iba a perdonar. Cegado
por la ira, me dirigí al capitán del barco y le propuse concretar el plan que
había elabora hace solo unos segundos, luego le di un frasco de antimonio
tartarizado, un compuesto semejante al arsénico y le dije además que lo matara
lentamente, para que la infeliz sufra como se merecía, y que tenga una muerte
dolorosa e indigna, lejos de su familia. El barco zarpó el 24 de enero de
1811...
Pasaron
dos meses cuando recibí noticias de su muerte, Mariano Moreno murió a sus 32
años, 6 meses y un día de su edad, en atlamar. En ese momento solo se me ocurrió
una frase “hacia falta tanta agua para apagar tanto fuego”.
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