Salgo a caminar, y de repente tengo una rara sensación de
tranquilidad, como esa que viene cuando estás rodeada de caos, pero aún así te
sentís más allá, mirando todo de lejos. Creo que es buen momento para un
cigarrillo, lo enciendo y siento como si al exhalar el humo, se estuviera yendo
con él todo lo que me preocupa (no soy de fumar mucho, pero acepto que hay
momentos que invitan a hacerlo). Para colmo noto que empiezan a caer unas
tímidas gotas, que no hacen más que aumentar la velocidad de los pasos de los
peatones, la frecuencia de los bocinazos y el nerviosismo en general; y
producir un efecto totalmente inverso en mí.
Todo
eso se complementa y crea la ecuación perfecta para llegar al equilibrio,
Capital me transmite esa rara sensación (o quizás la rara soy yo) de saberme
distinta, indiferente a ese otro mundo en donde todo lo controlan las
manecillas del reloj.